25 de Mayo 2008

Pulso

Durante quince minutos corrió desorientada por la pieza,
observando las luces y relfejos, las formas de la habitación, corriendo, jadeante.
No hay sueño. Hay sueños que hacen parte de una vida.

Segismundo ha olvidado.
Ha olvidado la mujer rizada.
Ha olvidado la pelirroja.
Ha olvidado el de la piel de estrellas y la lucense, la gata...
parecen haber olvidado todos.

Y si es así lo que parece,
seguramente es que soy yo, y no ellos,
la que tiene algo que pensar.


me reconstruyo

me recombino

subiendo y bajando
estriezos y tropellas
limitando la identidad de poder
replegando la identidad volitiva
la identidad temporánea
cree lo que digo
y avanza más rápido que yo

en tres palabras:

no razonarlo todo

no ser esclava de la razón
porque la vida no es sueño
pero es toda soñada

Pulso de rizoma

siempre es
incontable
relativo
absurdo o importante
es insondable y no me pertenece

no me pertenece

yo le pertenezco

Escrito por Artemisa a las 2:39 AM

12 de Enero 2008

El frío en A, B y C (tres que no soy yo)

(ejercicio:
tres personajes; uno que es "todo" lo que no soy
otro que tp soy yo y es lo contrario del primero
otro diferente de estos dos y que tp soy yo)

Vista desde la torre... visiones en el desierto

A. (mi contrario)
Atlético, autoritario, alterado y tenso, de movimientos rápidos y calculados.
A veces se gira de repente en posición defensiva (defens),
como si hubiera oído algo peligroso acercarse,
también lanza un puño al aire (pñ), combatiendo y moviendo los pies.
Tiene un tic cervical (tic). Se frota las manos insistentemente, no por frío.
Su voz es chillona y desigual, de tono sarcástico e hiriente.

B. (el contrario de A)
Su aspecto es flemático y lacónico, de actitud servicial y elegante,
cínico, prototipo homologado por la ciencia infusa, fantasmagórico,
tiene los ojos hundidos y la voz pausada. Se toca el cuello pensativo,
estirando la cabeza, mirando hacia arriba y frunciendo el entrecejo.
Hace gesto de quitarse el cráneo (cr arri) y volver a colocárselo (cr baj),
como si escuchara por la coronilla, después vuelve a su pose pensativa.
De vez en cuando le cae algo en el ojo que le provoca un espasmo
y que se retira con asco mientras masca entre dientes “putas palomas” (ptsplms).

C. (otro diferente, en parte contrario a los otros dos)
Su aspecto es melancólico y su espalda está encorvada, hombros caídos y
caminar triste. Habla como si le pesara la voz y toma aire sonoramente cada vez
que dice algo, como si le doliera. Se suelta de vez en cuando una bofetada, o dos (bftón).
Cada vez que A tiene un tic cervical (tic), C se da a sí mismo un pisotón
seguido de un “ay” (¡ay!). A veces, se asusta sin motivo aparente y recula,
como un animal herido, hasta su esquina, haciendo pedorretas con la boca(brrr),
después vuelve como buscando algo por el suelo y silbando muy bajito (viuiu).

Los trees están justo debajo de la ventana, al pie de la torre.
A (defens pñ pñ defens pñ) y B (pensativo, cr arri, cr baj) más cerca.
C permanece alejado, como asustado, haciendo sus pedorretas, echa miradas a
los otros dos y reacciona a los tic de A con su consecuente pisotón y breve ¡ay!.
Para escuchar su conversación, pinchar en el link.

Un bofetón de C inaugura la conversación
A: Oye (tic)
C: (¡ay!)
B: (cr arri) qué…
A: Aquí hace frío
B: (cr baj) yo no teng…
A (pñ): con este frío se le hielan a uno las ideas (defens).
B mirándole sin expresión: …
A: decías¿
B: (pensativo) que yo no tengo fr… (ptsplms)
A: pues hace frío (pñ)
B: en Alaska (cr arri) sí que debe de hacer frío (cr baj).

A: (tic, ay) ¿has visto mis botas?
B: no
A: (pñ) mis botas, idiota (pñ), míralas (tic, ay)

Mientras B mira las botas, A le despioja la cabeza,
mira lo que saca entre sus dedos y se lo come.
C se está acercando (viuiu). B empieza a temblar de frío,
deja de mirar las botas y se incorpora pensativo (ptsplms).

A: (pñ pñ) van bien para este frío del demonio, made in taiwan.

C (vuiui) se reúne con A y B. Recoje del suelo una flor mustia.

C: el invierno no deja títere con cabeza
A: el que pierde la cabeza pierde la cruceta (pñ pñ tic)
C: (ay) se quedará desocupado el titiritero (se rie, bftón, se asusta y recula brrr)
B: (cr arrib) hace frío, no¿
A: en Alaska dices¿ (cr baj, tic, ay)

Escrito por Artemisa a las 1:22 AM | Comentarios (0)

2 de Enero 2008

...the watchtower

Quisiera una casa a mi medida, dijo.
Mi casa es ya demasiado grande para mí. Mi casa de huesos y más cosas.
Mis tobillos y mis muslos, mis senos y mi vientre, mis ojos y mi lomo de fiera...
Quisiera una casa a mi medida construída por mano ajena.

El viento traía pedazos de una conversación maltenida entre sillones y obras de arte.
El viento traía un aullido de cuchillos mitad humano mitad canino: ahora no puedo, decía.
En el centro del miedo más antiguo "no" había oído.

Había olvidado el color de la melancolía, parecido al papel de pared,
a cualquier papel de pared, del color que sea.
Hablaban las paredes gotelé antiguo, decían:
Si tú misma no fueses una casa vacía
no te molestarían cosas como ésta.

Por eso, salió de la casa, decía:
yo quería ser una diana para que alguien diera en el blanco.
Decía: yo pensaba que mi alma era mía.

Así salió de la plaza, salió del barrio y llegó hasta el arrabal,
se encontró en el paisaje que inventó una primavera que no trajo nada,
frente a la puerta de la torre. El hombre sin manos le había dado una llave.
La llave abrió la torre. La torre engulló a la princesa por su boca de puerta,
por su escalera en espiral hasta la parte más alta.

Nunca he estado en Argentina, decía sin perder de vista el horizonte.
Ningún fuego me quema. Siempre me abraso. Es mi signo solar.
Tengo un corazón de agua protegido por el fuego.
Así se preguntaba por qué había subido y tirado la llave desde arriba.
Sin sentido. Me he equivocado, decía.
A veces la realidad parece que está al revés.

(Un segundo sueño idéntico, trayéndolo todo. Un sueño que no he contado.
Más allá de la piel, sólo se crece en casa ajena.)

Los caracoles habían empezado a subir, babeando, por la pared de piedra;
dejaban una inscripción en la larga torre, una nueva teoría sobre el alma.
Una nueva teoría con una vía de escape, por si no pasa nada, decía sin poder aún leerla.
Si nada pasa, mi alma permanecerá en el centro de su nombre, dijo.
Si no pasa nada, todo pasará, decía
y entrelazaba su pelo para hacer una trenza que llegara hasta el suelo.

Escrito por Artemisa a las 9:40 PM | Comentarios (0)

5 de Diciembre 2007

barrio entintado

Viene mojada. Como si le hubiera dado mucho el aire. 28 minutos después de caer en el agua, se da cuenta de que le falta la cola de sirena. Se había detendio el tornado y los peces nadaban envueltos en su gravedad.

Los caracoles no se arrastran, sólo están más cerca de la tierra.

Imbécil, oí. Im baculo. No sabe uno lo que dice. O sí. Conozco bien ese bastón. Ése sobre el que se dobla la mirada del trapecista. Era todo inventado. Lo suyo. Por el bastón fueron algunos a dar con una puerta del patio, desnudos y mojados. Me lo cuenta tiritando porque perdió las preguntas entre ellos.

Abogadas de quién, sois. Les grité. Qué vida ejemplificas, le grité a otro. Un hombre negro estaba junto a un gayo portugués de colores tan grande como la esfinge de un gato. Su arrongante política ejecutiva, dijo, señalándome, mis muñecas en sus manos, dijo, señalando a la turba. Les grité. Mis. Manos. Grité: mis manos!

Conservando la lengua y mientras el hombre junto al gallo perdía las manos bajo un cuchillo sucio, les grité, hasta que los calamares vomitaron tinta sobre sus pelucas.

Escrito por Artemisa a las 1:01 AM | Comentarios (0)

13 de Junio 2006

De lo que dijo la serpiente


La palabra de la serpiente se enredaba en las hojas,
y subía a oídos de Dios...
... deja los símbolos libres,
habla con palabras, le decía la serpiente.

Entonces Dios se sintió poco importante
y nevó.
Nevó hasta la copa de los árboles.

Leí en la nieve acerca del poder que los nombres tienen
sobre las cosas que nombran. La nieve se derritió
y me quedé mirando el agua, imágenes de éste lado,
los árboles y yo, temblorosos en el charco...

Escrito por Artemisa a las 5:09 AM | Comentarios (0)

3 de Noviembre 2005

babosas VI


Esto fue por el Verano. Mucho después de despertar a aquella mujer preñada que dormía sobre la nieve. Me dijeron que la vieron como loca llamando a las puertas e intentando gritar sin voz. La había perdido, la voz, y parece que fue a buscarla a una ciudad que yo conozco. No he vuelto a verla.
Yo encontré unas alas de langosta y sobrevolé Ortigueira. En una excursión con la tropa del percebe, me convertí en ardilla y atravesé el Norte de mi país saltando de eucailipto en eucalipto; reconocí a una vieja amiga que me llamó hermana y caí en el centro de mi vida.

Volví a la ciudad. Mientras andaba, me resbalaron las botas y vi que mi cuerpo estaba siendo invadido por babosas. Las babosas se comieron mi ropa y me inmovilizaron en la plaza mayor, junto a la fuente, frente a la iglesia. Me quedé allí parada, como una estatua, con el tacto de las babosas por todo el cuerpo. Muchos días. El último día, un Domingo, la gente que iba a misa me acorraló. Entre las babosas podía ver a la canalla cuchichear. Las risas, las acusaciones. Tuve miedo y lloré. No podía moverme.

Cuando se fueron, noté que algo caliente subía por mi pierna izquierda, vi una babosa verde con casa de caracol, abriéndose paso entre las babosas negras. Subió hasta mi vientre y se me metió por el ombligo. Me inhundó de calor. Las babosas se derritieron y me quedé desnuda en la plaza, empapada, avergonzada.

Dos religiosos con hábito salieron de la iglesia y quisieron abrigarme pero corrí hasta mi perchero y me puse una gabardina. Pasé algún tiempo con esa profesión, a falta de otra. Iba los Domingos a la plaza, esperaba a los de la misa y me abría la gabardina. Se asustaban. Me reía. Luego unas lluvias torrenciales interrumpieron mis salidas y el exhibicionismo se pasó de moda.

Me normalicé. Preparé bizcocho e invité gente a comer. Después de comer, ellos besaron mis manos y ahora piensan en mí de vez en cuando.

El caracol verde sueña todo el día bajo mi ombligo y viaja por mi sangre durante la noche.
Sus viajes son lentos, con calor de saliva.
Sus sueños son los de un hermafrodita.

Escrito por Artemisa a las 7:02 PM | Comentarios (1)

8 de Enero 2005

(V)

Ya

me quite la ropa de aquella mujer
no era mia

dejé que mi niña gritara y pataleara y llorara hasta cansarse,
no pude evitar que la oyeran algunos vecinos
no pude evitar consentirle algun capricho

cuando llegué había preparada una cena
le eché las cartas a Raissa, ni sé qué le dije,
yo agotada, tomando, sin hambre
y me dio hasta un poco de fiebre...
me acosté sobre la una o las dos

dormi bien
dormi muy bien

me desperte tres veces,
la primera triste
la segunda helada
la tercera con ganas

despierta

los pies sobre paris
los ojos
sobre la ventana de las cortinas rojas

después la niña al teléfono
después...

bajé a hacer la compra,
calles pequeñas de piedra

volví y recalenté los cous cous de anoche
comi con beiamino y hablamos largo

hay un pianista en el edificio...
esta ensayando

salgo a comprar papel higiénico -lo olvidé antes-
paso por un parque rodeado de soportales y galerías de arte

ahora estudiando, con musiquita y un té
muy tranquila
ha vuelto a tocar el pianista

parece que ha sido un dia larguísimo

Escrito por Artemisa a las 11:01 PM | Comentarios (3)

17 de Diciembre 2004

una mujer dormida (V)

Salí de la ciudad con la ropa de la mujer, el guiño, la lágrima, la sonrisa, la bufanda y la hoja de catalpa. Las letras desaparecían poco a poco y dejaban una sensación de viaje sin meta. Cuando hubieron desaparecido, la hoja de catalpa enmudecida, apareció un recuerdo. Recordé el momento en que había salido de la iglesia, con las ropas de monja. Recordé que había olvidado, durante mi camino a la ciudad, que iba vestida de monja y que se me había pegado el hábito a la piel. Entonces la mujer caracol recordó lo que las ropas habían recitado dentro de mi.

He mimado y mecido la torturada virtud, he sido el clavo, el cristo y la cruz, he sido la nube y supe cantar esa canción que tanto te gusta. ¿Por qué olvidar o superar? Tolerar el dolor y comprenderlo. Sin dejar que nos haga huir. Soportar. De tiempo en tiempo hechar mano de la paz, quitarle todo peso y tragar sapos. Poner otra mejilla. He guardado agua de lluvia, bendita, en todos los huecos de mi casa. Aún soy redonda, soy lo que soy, así de buena y de mala, así de lista y de tonta. ¿Por qué no seguir aguantando el tirón y seguir pretendiendo que la fé es lo más fuerte?

La mujer caracol vio entonces que aquello había estado girando solo, sin compañía. Que el hábito de monja había estado cantando sólo para sí misma porque no había nadie que escuchara. Pensó si estaría equivocada. Pensó que nadie sabe la verdad. Entonces el paracaídas se cerró, la mujer caracol utilizó su cáscara de caracol para frenar la caída. Ya sólo quedan iglesias en el cielo, dijo, por eso caíamos desde arriba. No hay caída, me dije luego, no hay orquesta. La levedad tiene las manos blancas como la nieve. La nieve puesta sobre la cima, descansando. Nadie nos sujetaba desde las nubes.
Como no entendía nada, me di cuenta de que las palabras estaban muriendo, como había dicho la sirena, y me encontré frente al paisaje blanco. El pacífico murmullo de un cuerpo de mujer embarazada sobre la ladera nevada, con victorias, derrotas, errores y aciertos. Esa mujer dormida vestía de monja y pensé que era porque yo me había puesto sus ropas.

Tardé en comprender que aquello era el personaje que se había perdido. Esa mujer, a fuerza de pensar y querer hacer bien las cosas, sólo había contado con su propio deseo, el mismo que ahora le hinchaba el vientre como mil globos de helio.
Encontré muy pronto los relojes de la sierra y les di cuerda. La mujer caracol tuvo lástima de aquella mujer, pero ya sabíamos que ella nos estaba esperando, que eso era lo que había que hacer. Las montañas se movieron y la mujer se despertó aullando de dolor. El deseo la desgarró y hubo pájaros que se reían. Era una mujer virgen pariendo una utopía con cara de ratón.
- Qué bonito, dijo la mujer caracol.
Yo no comprendía. Nada. Las palabras estaban muertas. Yo estaba viva.
La utopía se marchó corriendo a un bosque. Volvimos a la ciudad, por caminos distintos, cantando algo parecido a una canción de Ipanema.
- Nunca conocerás el final de la historia, me dijo.
La vi alejarse con mis antiguas ropas de monja. Cogí la lágrima y la puse en mi ojo izquierdo, me puse la sonrisa y me apreté la bufanda con un guiño. Me quedé un rato en la nieve, con todo puesto, y sentí que me había convertido en la otra mujer, con sus ropas y sus joyas. Ella se llevaba la historia que yo no iba a vivir.
La mujer caracol ya me llevaba algunos metros de ventaja.
Respiré, inicié el descenso.
Las montañas se movían muy despacio, proponiéndome rutas.
Una lluvia muy fina lavó la lágrima y guardé la sonrisa en un bolsillo, para que no se mojara.

Escrito por Artemisa a las 3:39 PM | Comentarios (2)

6 de Diciembre 2004

Una mujer dormida (IV)

(... Iglesia, 16/8/04)

Habían pasado muchas semanas. La sirena me había enseñado un canto de paz que encerraba en burbujas de aire. Las burbujas de aire me permitieron respirar bajo el agua cuando desapareció el tornado. Después había encontrado a aquellas monjas que me prestaron sus ropas y había iniciado mi descenso al barrio. Al llegar, encontré a la sirena en la fuente de la plaza y me señaló un mapa en la pared de una casa.
- Has tardado mucho en volver, las algas no habrían aguantado mucho más tiempo.

Era la casa de un cuento que yo no conocía. Sobre la pared, algunas algas dibujaban un mapa de colinas nevadas, allende la ciudad y el arrabal. Era un mapa para llegar a las montañas. Le pedí a la sirena que me contara el cuento.
- No es un cuento de hadas, dijo la sirena, nunca conocerás el final de la historia. En esa casa vivía una mujer que se quedó embarazada de un deseo. Esa mujer ha ido a las montañas para dormir sobre la nieve, para esperar. Las montañas se movían tanto que la obligaban a mantenerse despierta y ella gritó tan fuerte que paró los relojes. Allí se ha detenido el tiempo y tú tendrás que viajar y encontrar los relojes de la sierra, para devolver el tiempo a las montañas y que puedan volver a moverse. Cuando las montañas se muevan, ella despertará otra vez y dará a luz el deseo que concibió.

El mapa se descomponía rápidamente y apunté lo más importante en una hoja de catalpa.
- No te servirán las palabras, dijo la sirena, ellas también morirán cuando salgas de la ciudad.

Entré en la casa del cuento y me puse la ropa de la mujer. En el joyero encontré un guiño y una lágrima que me metí en el bolsillo. Junto a la puerta, había un perchero del que cogí una bufanda y una sonrisa. No me llevé nada más, pensé que ya eran suficientes cosas.

Escrito por Artemisa a las 9:54 AM | Comentarios (2)

16 de Agosto 2004

La Iglesia (III)

(Tornado 29/6/04)

this is not really happening
you b e t your life it is
...
rabbit where´d you put the keys girl

Cornflake girl, Tori Amos

Fui escupida por el tornado a muchos kilómetros de la ciudad, sobre una enorme colina, junto a una iglesia de piedra de la que salía mucha gente.
Por un momento pensé que podría estar en la ciudad de otra persona, pero recordé que yo era la única cabeza pensando aquí.

Decenas de vagabundos alargaron sus manos pidiéndome algo y me di cuenta de que estaba desnuda. Corrí hasta un gran árbol contando mis zancadas y me escondí. Pensé en Lilith y busqué a la serpiente. El viento me dijo que el diablo no tardaría.
- ¡Arderás en el infierno! - oí gritar a mi espalda.

Un hombre que salía de la iglesia le gritaba a mi desnudez como si yo no estuviera allí. Me di la vuelta de nuevo, cogí una manzana y se la tiré, me agaché y le ofrecí el culo.
- El diablo no tardará- repitió el viento.

Eché un vistazo a la ciudad. El tornado se marchaba sin dejar graves desperfectos. Alguna vaca magullada y alguna farola rota. Observé cómo se planchaban las aceras, cómo se pintaban los labios, cómo se peinaban los árboles, cómo se vestían las casas.
Pensé que debía encontrar ropa para vestirme yo también. Entré en la iglesia. Alguien me gritó palabras que no repetiré. Dentro de la iglesia encontré un cristo crucificado. Cogí un pañuelo olvidado sobre un banco para usarlo de tapa... en fin, de bragas, y le imité desde la entrada.

De nuevo, volví a escuchar todo tipo de nombres que se referían a mi desnudez, aunque también a mi imitación del Hijo del Señor.
Cuando me cansé de mantener esa postura me crucé con la mirada del cura.
Pensé que me diría algo como arderás en el infierno, pero se santigüó y se acercó a mi muy despacio. Me ofreció una toga blanca. Me besó. Me despedí muy rápido.

Como no habíamos tenido tiempo de sacar los astros al cielo, la madrugada se alargaba. Quizá me diera tiempo a atardecer antes de que mi hermano sacara el sol. Yo quería hacerme de noche.
Salí de la iglesia con aspecto de cristo y oí cantar un gallo. Supe que me había negado alguien a quien yo amaba. Supe que el diablo ya me estaba esperando en algún sitio.
El sol me saludó con una mueca socarrona.
Recogí la manzana y me la comí de camino a la ciudad.

Escrito por Artemisa a las 1:24 AM | Comentarios (2)

29 de Junio 2004

El tornado (II)

Yo esperaba que vinieran a buscarme animales místicos, concretamente, seres que habitan en el agua.

Todavía no.

El viento agitó el agua y no pude seguir haciéndome la muerta; me encaramé a un tejado desde donde veía la vasta superficie de la ciudad sumergida. La lámina azul se interrumpía con tejados sobresalientes y ramas de árbol. El viento me golpeaba. Un tornado avanzaba desde el noroeste hacia mí.

Era culpa mía, si hubiese sido más lista no habría terminado provocando ese tornado. Ahora él venía hacia mí y quería engullirme y destrozarme. Era mi propio juicio. Culpable. Gotas de agua enfurecida empezaron a pincharme en la cara, disparadas desde la trompa de viento. Cerré los ojos.
Para entonces, ya no podía pensar sino en hacer que todo desapareciera.

Casi como una mano, el tornado me arrancó del tejado y me hizo girar tan rápido que pensé que se me escaparían los ojos y la boca de la cara. Luché contra el aire. Mi cuerpo se movía en todas direcciones sin hacerme caso. Peleé hasta quedarme sin fuerzas. Me dejé llevar.

Haciéndome la muerta, cosa que ya parecía costumbre, empecé a trazar círculos cada vez más pequeños. La velocidad disminuyó, o eso sentí; ya no me parecía violento. Abrí los ojos. Estaba en el último círculo de viento del tornado y podía observar el interior del cono de aire.

El viento tiró de mí hacia afuera pero conseguí mantenerme. Ante mí, pude contemplar objetos de todo tipo, arrastrados por la fuerza del tornado, desde farolas de la calle principal hasta alguna de las vacas que pastaban en los prados momentos antes.

Me balanceé y salté al centro.

El silbido del aire me pareció constante, sordo, y pensé en el silencio.

Puesto que la ciudad estaba inhundada, la parte más baja del tornado estaba hecha de agua. Jirones de verdes y azules y malvas y azules y verdes. Vi aparecer y desaparecer algunos de los animales mágicos que había estado esperando, todos girando como figuras de un carrusel.

Caminé dentro del tornado por toda la ciudad, manteniéndome a distancia de las paredes de aire hasta que se hizo de noche. El tornado recortaba un círculo de cielo lleno de estrellas y en algunos momentos pude ver la luna. Decidí abandonarme al viento circular, haciéndome la muerta, para poder dormir un poco.

Escrito por Artemisa a las 10:02 PM | Comentarios (2)

Pacer (I)

Recorrí las calles de mi ciudad pidiendo un poco de paz. Un loco conjugó el verbo pacer para mí -yo pazco tu paces él pace- y se marchó lanzando aullidos y risas por una calle que yo nunca había visto; era un inmortal, reconocería esa risa en cualquier parte.
Gritó:
- ¡tú, vaca! ve a pacer con tus hermanas. Todas se han tumbado sobre la hierba asturiana. Lloverá mañana, eso es seguro. ¡Tú, vaca! ¡ve a hacerte la tonta en los prados!

Corrí.

Me senté en la plaza y comenzó la tormenta. La fuente derramó un océano por todas partes.
Otra vez.
Todo inhundado.

- Pronto vendrán las sirenas y los caballitos de mar -pensé-, lo mejor será hacerme la muerta en el agua, para no cansarme y esperar a que lleguen.

Escrito por Artemisa a las 1:53 AM | Comentarios (2)

30 de Mayo 2004

Mi Barrio

mibarrio.JPG

Escrito por Artemisa a las 3:43 AM | Comentarios (0)