Vivo en la Calle Soledad, junto a una iglesia, frente a un rocódromo, cerca de una plaza con grandes arcos donde se hace todavía botellón. No muy lejos, están la calle compañía, la calle consuelo, la calle del silencio y otras, también el bar descanso y el café moderno, la casa de Ricardo, la casa de María y Ana y el café donde trabajará Santi.
Salamanca me embruja.
Mañana empiezo de relaciones públicas en las Cavas del Champán, un trabajo de cuatro días a la semana donde supongo acabaré borracha a base de chupitos con desconocidos... Me pagan bien (400/mes+comisión por fiestas), me dieron la beca (480/mes)-y me caí al correr sobreemocionada en la cafetería de humanidades de Getafe-; si me convence el trabajo tendré dinero para vivir, viajar y ahorrar para el postgrado.
Comparto piso con un ingeniero químico que habla mucho y parece buen tío, con una italiana graciosa de 21 años y una geóloga licenciada fiestera. La lucense me visita por segunda vez. Ayer, qué jaleo, después de toda la tarde de risas con la lucense, se le llevó el coche portugués alquilado la grúa, que dejó una notita de aviso que luego nos robaron, y nos fuimos de vinos con Santi, cómo no, siendo invitadas por los camareros de los bares que visitamos. E lunes tengo una cita con un pianista para cantar summertime en un bar... me atrevo?
Echo de menos París. A Dénis, a Chloé, a Miriam, a Benia, el pont Sully, la rue Beautreillis... Me marché fastidiada de Getafe y de Madrid, sin ganas, como también me había marchado horas más tarde de Alicante, por los bichejos jodorowskianos y el habibi, por mi madre y su jardín y la niña revoltosa, por el Gato y el mar. Pero llegué a Salamanca con ellas de vuelta, las ganas, y con mi gata, Janis.
Estoy contenta.
Llegué hace un mes... un día, primer día, depués del viaje previo con la gata -par de días memorables, en los que empecé a enamorarme de la ciudad, que de la gata ya estaba yo enamorada-... ese bonito día, digo, encontré el piso por la mañana y el trabajo -para dos semanas- por la tarde. Aun todavía, me quedó el fin de semana para arreglar la casa.
Estuve trabajando en las ferias de las fiestas de la Virgen de la Vega... haciendo chichas y costillas y fabada (de lata) y cortando empanada y poniendo alguna cañita... esas fresquitas!! En general se me conocía, en los círculos pequeños de la hostelería y la clientela asidua, por "la chica de las chichas", un mote horrible donde los haya...
Las fiestas fueron increíbles, aunque salí bastante explotada por los jefes de las casetas, el equipo (vamos equipo!) de trabajo fue estupendo... El capitán Javi, Hernán y Victor eran mis compañeros de caseta y arriba estaban Santi, Ricardo, Carlos y Calili. Poco a poco, la gente de otras casetas, Isabel y Paco de las Cavas del Champán, Susana y la pelirroja del potemkin, Amando -que es Gerundio-, Juan y Kiko del Atrio... Nunca pensé que pudiera beber tanta cerveza, ni aguantar tantas horas activa... todo el día, desde el medio día hasta la una de la madrugada, a cervezas gratis y las noches, hasta las ocho y las diez de la mañana, a copas, tb la mayoría gratis... Cerré las fiestas con la gente del Atrio, a las ocho de la máñana comiendo queso con pan y vino rosado.
La semana pasada, pasé un par de días en Madrid; a cervezas con la niña-lechugas (otro mote horrible no definitivo, tranqui G.) y con la gata, tirando cocacolas -por chula- en suelos de bares hipercaros de Madrid, Paloma y el tía maría con hielo y Hassam, el bocadillo del extremeño como una religión y las cervecitas en la terraza de humanidades con el equilibrista, el sigi, el habibi, la niña-lechugas, la gata, el italiano masterizado y Don Floro, futuro erasmus-turin... linda comida.
Luego la fiesta rara, que ni fiesta ni ná, con Gato y sus arhus, Isma y un ennoviado a distancia.
Y este fin de semana pasado, recuperando Campello, como hace un año, dulce fin de semana, fin de vacaciones, desayunando frente al mar y bebiendo anís en los semáforos, otra vez Electric Larry en concierto y locuras y corpulencias de bajistas desconocidos, monkey island y música y cine y risas y más cosas.
Ahora a vueltas con el plan de estudios, sin ir a clase porque siempre acabo liada por las noches y no me puedo levantar por la mañana... Con la lucense y las chicas del piso, hoy cenita y botellón en casa. A veces queriendo romper espacio y mandando besos y guiños y echando de menos en la distancia, que es la mejor medicina para la nostalgia del tiempo. Con el corazón grande, esperando-les y que se me cuiden,
send a smile all over you
y esas threads of care como jirones de nube o luna
y tanta lucidez como me cabe.
De lo que pasa ahora
En realidad, voy tan deprisa y tan despacio que aun siempre estoy llegando. Parece ser que estoy en Salamanca, que se termina el verano, que hay que estudiar, que viene el otoño y hará frío. Mucho frío.
Pasado y Futuro me visitan y tomamos té. El tiempo es tan veloz que se cabalga sin prisa. Montada sobre el tiempo. Veloz. Llegada hasta aquí como de vuelta, arrojo luz sobre el pasado y los muertos. El pasado es recordado con piedad. Las manos de la piedad son blancas y limpias, lavadas con lavanda, pulidas con mar y sol, manos de madre. Ayer tuvo su nombre, tuvo un mañana hoy, sentada sobre la luna, sostengo mi globo, miro hacia abajo, retengo unos ojos, me mezco. Ya no quiero, no espero, vengo del olvido y me lleno de memoria. Tomo distancia rápido de las cosas. Observo desde la luna.
Hoy, todos estos monigotes me llenan de ternura, absurdos, llenos de fe, brillantes, idiotas. Se parecen a mí.
De lo que a veces pasa
Cuando me siento rara, me lleno de importancia. Paradojas. La vida. No es fácil sentirse insegura. Una camina, intenta jugar, canta, corre en las cuestas, se cae... se cae pero se sube a la luna y vuelta a empezar otra vez. Mi reticencia es timidez. Mi miedo a ser, a no ser nadie. Parecerá que no tengo dignidad porque no la visto de orgullo, me enorgullezco de pocas cosas. Aunque soy muy chula en momentos, me equivoco mucho, sin maldad. Sólo peleo si me asusto, si pierdo la lucidez, si tengo miedo. Quizá el orgullo sea la cara del miedo a no ser nadie, petulancia de bufón de rey, soberbia de cisne o avestruz, y la dignidad muy otra cosa; quizá preferir ser nadie o ser tonta, ser inadvertida o ser culpable, a subirse al trono y enseñar la cola de pavo real, quizá sea eso otro más digno o más discreto, más elegante, al menos. Todo es muy importante hasta que deja de serlo. Nada. Claro. Todo. Esto. Esto es muy importante.
De lo que ha pasado
No me enorgullezco, me reservo; mi timidez abriga mi dignidad. Mi dignidad se moría de frío y me ensimismé para darle calor- luego, mi orgullo saltó de rama en rama, le quemaba la madera. Mi pequeño orgullo cansado se paró en una nube; encontró a la humildad que le lavó los pies y curó sus heridas y le llamó hermano.
Ahora, mi corazón es un árbol, sin virtud ni pecado ni juicio: sus raíces invaden la luna, sus hojas son de luz y en su copa, el viento nunca cesa.
Allí me siento. Tarareo. Respiro y parpadeo. Desde allí veo mejor.