Desde que empezó el año he sentido una especie de caída,
algo que no sería extraordinario si no fuera porque la caída
es tan fácil que parece voluntaria. Me aterra esa voluntad mía que es como una decisión.
Decidida a caer.
Así que he empezado a pensar en cómo o qué desear para este año.
Mi madre dice que es algo del cuerpo, que hay gente a la que no le pasa,
como al que no le gusta una comida, hay quien tiende a la melancolía.
Esa melancolía ha empezado a hacerme sentir abiertamente vulnerable.
Tengo una envidia extraña por ejemplo al ver una imagen,
otras al oir a alguien, otras al extrañar una llamada.
Es una sensación de envidia mezclada de rabia,
de pecado. Algo viscoso.
Me gustaría no sentir eso nunca más.
Ignoro por qué me molesta su tacto.
Más ignoro cómo evitar que pase por mí.
Este año me gustaría aprender a hacerlo marchar.
Es lo único que me gustaría en este año para este mundo.