Roma resultó ser como el italiano, familiar, antigua, como si me hubiera estado esperando mucho tiempo... disfruté como una niña.
Pedí dos deseos en la Fontana de Trevi. Dos, además de volver a roma. Pero el segundo lo pedí a media voz, porque hay cosas que uno no puede dejarlas de mano del deseo. Pues sí... va a ser que creo en el destino pero con su poquito de voluntad.
Luego, también, qué se yo, a veces hay nuncas, supongo,
y (...).
Una linda pareja de parisinos frente al colosseo, juegos de niña con las piedras de las ruinas, iglesias como casas inmensas, parques inmensos, muchisimo sol, un castillo okupado a media hora del centro, sueño de un desayuno en el café des arts de Villa Borghese y linda compañía; a veces un poco perdida, soltada, dejada, de la mano de dios... diciendole a la rabia que se quede lejos. Todo esto fue después de llorar en london, cada día con el pecho más grande, como a mi me gusta.
Así que compré mariposas de papel -nada más llegar-, de esas que se ponen en la nevera, y tb un anillo y unos pendientes -a un tipo mitad mapuche (indios chilenos)y mitad romano-, comí helado -y pizza, claro- y paseé por toda la ciudad, encantada.
Escrito por Artemisa a las 7 de Mayo 2005 a las 04:03 AM