Me contaron que los que vuelven del espacio, tienen muchas dificultades para relacionarse con la gente. Me dijeron que es porque han visto lo pequeña que es la tierra en la imensidad, lo terriblemente diminutos que somos en el espacio. En algún lugar oí que quien vuelve de África, si ha entrado en el África de los pueblos que aun tienen dioses semihumanos y celebran los rituales más elementales, también regresa con una perspectiva extraña.
Ayer, vino a cenar una mujer de unos 25 años que volvía de África. Durante la noche, mezcla de italiano y francés, vino tinto y maría, tuve la sensación de que me decía cosas muy raras, a veces pensaba que era mi imaginación, a veces pensaba que África le estaba rascando la nuca. Se puso la bufanda de turbante y tocó a la guitarra melodías pesadas y lentas, parecía lejos de todos en la mesa. Me habló de la empatía y la crítica del arte. Dijo que la empatía es el mejor recurso de aquellos que no pueden aportar una mirada nueva a la crítica. África, dijo, ella no sabía nada, era un pueblo con el inconsciente a flor de piel. Al marcharse, después de ponerse el abrigo -tardó hora y media en despedirse-, estaba tan seria y aturdida que me daba miedo. Tomó café, lió un eterno cigarrillo. Benia sujetaba la puerta, harto de esperar a que se marchara.
Me dijo en francés, o creí oir, mientras se reía sola,
- eres demasiado inconsciente.
Para entonces yo ya no sabía si me hablaba a mi o se hablaba a sí misma, ni siquiera si la había entendido bien.
Me dije que era porque volvía de África, que la estábamos viendo volver sin reconocerse. Creo que nunca he visto a alguien hablar tan despacio y perderse tan rápido en su propia cabeza. No creo que terminara más de la mitad de las frases que empezaba a decir.
Escrito por Artemisa a las 24 de Enero 2005 a las 12:32 PM