No nos presentaron.
Se sentó junto a mi. Pidió conversación. Tenía esa cara de gordete simpático que bromea mucho.
Preguntó mi nombre. Me dijo el suyo. Decía que la vida no estaba de su parte y que una mujer mala le dejó. Me preguntaba si me molestaba escuchar, yo le repetía que estaba bien. Pensé que si empezaba con tonterías, el juego no me divertiría. Le dije que conocía este discurso.
Yo quería ser educada. Aún pensaba que no me molestaba. Liaba cigarrillos y me distraía.
El colmo fue cuando empezó a descolgar el discurso de lobo seductor. Entonces me silencié. Empezó a decir tonterías. Cualquier hombre parece estúpido cuando quiere seducir sin que le seduzcan. Me provocó mirándome la boca y aparté la cara. Dije que tenía sueño. Se acercó sin mirarme a los ojos y tuve que decir que no. Odio decir que no.
El sabor a sapo en la boca quedó igualmente.
Debe ser que tengo cara de caperucita.