31 de Enero 2005

amor-odio

Era la noche como un suave infierno
de diablos borrachos
cantando a la luna de Tepothlan

Cinco minutos
L. E. Aute

Paris.

Un momento estás calada de frío, preguntandote porqué no te fuiste a Italia de orgasmus, deseando que los franceses dejen de ser tan franceses, que paris fuera un poco más pequeña, que que que...
Tres minutos después pasa cualquier cosa que te deja la boca llena de sabor a magia, cualquier cosa, pasa casi todos los días, sólo hay que poner un pie en la calle... Generalmente, resulta que es que la gente de las ciudades viene de todas partes, supongo.
Nunca se sabe. Te pones a hablar con cualquiera; dos ojos, una nariz, una boca, lo típico, y poco después es un pianista de jazz que ha vivido en Tepothlan, cerca de mejico, se desculega con un "cuate, que tal" a lo mejicano y te dice que il y a muchos brujos là (este es el pianista de mi clase de coreografía).

El aura de la ciudad es gris y azul y a veces tiene brillos naranjas y amarillos. Cuando no hace mucho frío puedes sacar la cara del cuello del abrigo y descansar la mirada en cualquier parte. Mejor si puedes ver el río. El aura de la ciudad se le pega a la gente y asi Paris está llena de gente gris y azul que de vez en cuando te deja totalmente desubicada, preguntandote si será verdad lo que está pasando.

Me preguntaba hoy si yo me convertiré también en fauna de ciudad... quizá algún día me compre un extraño sombrero, un bolso enorme de colores y una bufanda de plumas azules, me pintaré los labios de rojo y los ojos con sombra azul celeste, pasearé por la ciudad y alguien pensará que soy esa señora que canta todas las noches en Saint-Germain des Près, cerca del puesto de crêpes, y yo, para hacerme la exótica, exageraré mi acento español y le contaré alguna historia sobre Tepothlan, que está llena de brujos, mientras saco del bolso los objetos más extraños, recogidos durante el día en mis paseos.

Así que vuelvo a casa como casi todos los días que paso fuera, con la sensación de amor-odio, de formar parte de la ciudad o estarla mirando, de ser observada por ella o de estarme contagiando de ella, sin saber si debo defenderme, rendirme, parame o correr.
Haga lo que haga sé que es inevitable, Paris se me pegará a la piel y también tendré ese aspecto azul y gris que deja escapar luces naranjas, aunque no lleve un gran sombrero ni me pinte los ojos de azul celeste, se me quedará la mirada de esa mujer de saint germain des près mirando por detrás de mi mirada y cantando con esa voz desconchada por el frío parisien.

(Dispersa pero atenta.)

Escrito por Artemisa a las 31 de Enero 2005 a las 10:26 PM