A atrincherar el alma, guerrera.
Valientes y locos avancen,
-los ojos de la nuca nunca me fallan-
a encabritar el ánimo.
No habrá dominador en el mundo
que me doble,
la firmeza del dolor no se arquea,
me doblan sólo las palmas;
sobre la noche de Granada
la voz del muerto me aconseja.
La verdad en sus miliuna direcciones.